El año pasado,
yo fui a un festival que se llama “Electric Daisy Carnival” (EDC) por primera vez.
Este festival era muy grande y fantástico, con música electrónica de los mejores
artistas del mundo y también con instalaciones de arte que escupían fuego y transformaban
el festival en otro mundo etéreo. Por tres días del verano, nosotros nos quedamos
en un hotel en Las Vegas y fuimos al festival cada noche. No dormimos por las
noches y apenas dormimos durante el día porque el festival era de las siete de
la noche a las siete de la mañana próxima. Por esta razón, cercano al fin nosotros
nos sentíamos muy cansados. Después de una noche de baile y festividades,
estuve con un grupo de amigos de Montana quienes se quedaban en un hotel
diferente del hotel mío. Ellos necesitaron regresar para irse al aeropuerto, y
por eso yo dije que ellos no necesitaban preocuparse de mí. Sin transportación,
teléfono y sin dinero, yo decidí tratar mi suerte con los autobuses para ir a
mi hotel.
Cuando llegue a
“la tira” (el nombre coloquial por el parte de la ciudad con muchos de los
barres y hoteles) de Las Vegas por autobús, eran las ocho de la mañana. Me
sentía orgulloso con mi progreso y paseé por los hoteles de la tira de Vegas para
encontrar transportación para volver a mi hotel. De repente, en el vestíbulo
del hotel Escalibar, me acordé de que muchos de mis amigos tenían vuelos a
Missoula muy tempranas y fui golpeada por una ola de miedo. En ese momento yo me di cuenta de que tenía que volver a mi hotel
y para hacerlo, necesitaba dinero para un taxi. Cada persona con la que yo
había hablando me había dicho que yo no podía caminar a mi hotel, porque era
peligroso. Un taxi era mi única oportunidad. Le pregunté a un taxista cuánto debía
pagar para ir a mi hotel, pero me enteré de que los cinco dólares que el ayuda
de cámara simpático me había dado no eran suficientes.
Sin esperanza,
me senté en la acera. El aire era caliente y pesado y sentía una sensación
abrumadora porque estaba perdida. Estaba sola en un lugar extraño y con estos
pensamientos empecé a llorar. Miré hacia arriba después de varios momentos y yo
vi un camión que estaba pintado con colores brillantes y eslóganes de “EDC”. Un
hombre joven saltó del camión y me preguntó si todo estaba bien. Le expliqué la
situación e inmediatamente el hombre me dio todo el dinero en su cartera. Los otros
hombres y él me abrazaron y me dijeron que ellos sólo querían “difundir el
amor”. Con los treinta dólares de este acto de bondad azaroso, yo tomé un taxi amarillo
a mi hotel y llegue segura a los brazos de mi amigos. Fue un día
inolvidable.
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