jueves, 1 de agosto de 2013

Un día perdido


El año pasado, yo fui a un festival que se llama “Electric Daisy Carnival” (EDC) por primera vez. Este festival era muy grande y fantástico, con música electrónica de los mejores artistas del mundo y también con instalaciones de arte que escupían fuego y transformaban el festival en otro mundo etéreo. Por tres días del verano, nosotros nos quedamos en un hotel en Las Vegas y fuimos al festival cada noche. No dormimos por las noches y apenas dormimos durante el día porque el festival era de las siete de la noche a las siete de la mañana próxima. Por esta razón, cercano al fin nosotros nos sentíamos muy cansados. Después de una noche de baile y festividades, estuve con un grupo de amigos de Montana quienes se quedaban en un hotel diferente del hotel mío. Ellos necesitaron regresar para irse al aeropuerto, y por eso yo dije que ellos no necesitaban preocuparse de mí. Sin transportación, teléfono y sin dinero, yo decidí tratar mi suerte con los autobuses para ir a mi hotel.
Cuando llegue a “la tira” (el nombre coloquial por el parte de la ciudad con muchos de los barres y hoteles) de Las Vegas por autobús, eran las ocho de la mañana. Me sentía orgulloso con mi progreso y paseé por los hoteles de la tira de Vegas para encontrar transportación para volver a mi hotel. De repente, en el vestíbulo del hotel Escalibar, me acordé de que muchos de mis amigos tenían vuelos a Missoula muy tempranas y fui golpeada por una ola de miedo. En ese momento yo  me di cuenta de que tenía que volver a mi hotel y para hacerlo, necesitaba dinero para un taxi. Cada persona con la que yo había hablando me había dicho que yo no podía caminar a mi hotel, porque era peligroso. Un taxi era mi única oportunidad. Le pregunté a un taxista cuánto debía pagar para ir a mi hotel, pero me enteré de que los cinco dólares que el ayuda de cámara simpático me había dado no eran suficientes.
Sin esperanza, me senté en la acera. El aire era caliente y pesado y sentía una sensación abrumadora porque estaba perdida. Estaba sola en un lugar extraño y con estos pensamientos empecé a llorar. Miré hacia arriba después de varios momentos y yo vi un camión que estaba pintado con colores brillantes y eslóganes de “EDC”. Un hombre joven saltó del camión y me preguntó si todo estaba bien. Le expliqué la situación e inmediatamente el hombre me dio todo el dinero en su cartera. Los otros hombres y él me abrazaron y me dijeron que ellos sólo querían “difundir el amor”. Con los treinta dólares de este acto de bondad azaroso, yo tomé un taxi amarillo a mi hotel y llegue segura a los brazos de mi amigos. Fue un día inolvidable. 
 

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